Tengo pocos recursos: una familia que me apoya y una pasión. Podrían ser suficientes si no fuese porque me hace sentir mal depender de otros mientras consigo transformar esa pasión en mi modo de vida.
Para subsanar este sentimiento dedico las tardes de la semana a cuidar de un niño de 4 años. Mi tarea es recogerle en el colegio, estar con él en la plaza donde juega con otros niños y niñas, ocuparme de que meriende y llevarle a casa. No gano mucho dinero, pero sí gano experiencias que nutren mi pasión, relacionándome con él, con los otros niñ@s y con los adultos (suelen ser mamás) que les acompañan.
Casi desde el primer día me ha costado mucho menos trabajo entenderme con los chic@s que con las mamás.
Entablar conversación con ellas es complicado desde el momento en el que saben que yo no soy madre. Soy la “chica que cuida de” y no puedo entender nada de lo que supone educar un hijo. Sigue leyendo →
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